Arquitectos
Konkrit Blu Arquitectura
Ubicación
47314 Padilla de Duero, Valladolid, Spain
Arquitectos a Cargo
Sandra Hernández + Álvaro Solís
Área
700.0 m2
Año Proyecto
2006
Fotografías
José Hevia
Descripción de los arquitectos. A medida que se asciende por el camino, rodeado de viñedo, el emplazamiento se presenta como una pequeña loma, de contornos suaves, posada en reposo sobre la inmensidad del paisaje. Un lugar silencioso, surcado únicamente por los ecos de la memoria, de las huellas infligidas inexorablemente por el tiempo. Trazas que se desdibujan pero que pertenecen al lugar. La intención, desde un principio, será la de rememorar y enfatizar estas preexistencias; contextualizarlas, situarlas y relacionarlas, para integrarlas finalmente al proyecto. Redefinir un nuevo programa, implementar una nueva estrategia, para la creación de un nuevo lugar y unas nuevas trazas; de este modo, enlazar lo antiguo con lo nuevo:
El paisaje se presenta en toda su amplitud. Es en una pequeña loma dentro del paraje natural del Valle del Duero, donde se sitúa el proyecto. Una zona de orografía y contornos suaves, destinada casi en su totalidad a la producción vitivinícola y ganadera. La bodega se emplaza en el culmen del denominado Pago de las Bodegas, lo que proporciona resguardo frente las heladas y excelentes vistas; se encaja en el extremo S-O, en una zona árida y poco funcional debido a una formación silíceo-rocosa localizada en el subsuelo, que conforma un desnivel de cuatro metros. Alrededor, campos de viñedo que se funden con pinares.
El proyecto prevé la construcción de una bodega singular y de producción limitada en los mismos viñedos de la propiedad. A medio plazo, crear unos recorridos didácticos, dentro y fuera de la parcela, relacionados con la elaboración del vino y con la historia y la cultura local.
El acceso al edificio, situado en el culmen de un pequeño cerro, se realiza mediante una ascensión lenta en la que se suceden diferentes escenarios, como si de una subida a una acrópolis se tratara, dejando entrever el nuevo edificio entre los vestigios de cuevas y lagares. El ascenso continúa dentro de la finca, entre cepas jóvenes del país, por el camino tradicional de vendimia, rehabilitado. El edificio emerge en cada paso, mostrándose finalmente en su fachada norte, como una loma más. El proyecto de bodega busca la integración con el paisaje y el mínimo impacto visual, dentro de los requerimentos. La estrategia –atendiendo también a las ventajas intrínsecas- es aprovechar el desnivel de la parcela para enterrar parcialmente el edificio y alejar la fachada sur, más alta, del límite, creando una plaza multifuncional rodeada de vegetación. Eventualmente, la cubierta funciona como mirador recuperado. En este proceso de abstracción, el material escogido, hormigón in situ, representa el material total, que aporta continuidad a la tierra a partir de la tierra.
Los límites de actuación se difuminan dando continuidad a la vegetación existente y replantando variedad autóctona. De esta manera, se plantan cepas en el límite meridional, extendiendo los viñedos, y arbustos y plantas aromáticas, al oeste. La manipulación es mínima: se deja que el verde se fusione de manera cuasi natural con el paisaje existente y sus geometrías. En este sentido, el jardín trasciende más allá de sus límites y se funde con la naturaleza circundante, como un paisaje prestado o shakkei.
El proyecto se concibe como la síntesis del entorno, como la suma de factores intrínsecos, relacionados con el paisaje y las trazas del lugar y factores arquitectónicos, como la funcionalidad o la ergonomía. Por otro lado, se trabaja con una abstracción del concepto de bodega tradicional. La intención es la de rememorar y enfatizar estas preexistencias; dotarlas de contexto, situarlas y relacionarlas, para finalmente integrarlas al proyecto. Redefinir un nuevo programa, implementar una nueva estrategia, para la creación de un nuevo lugar y unas nuevas trazas; de este modo, enlazar lo antiguo con lo nuevo.
El edificio se estructura a lo largo del camino preexistente, creando dos bandas-cubiertas programáticas diferenciadas y que, a la vez, como si de una topografía se tratase, se desarrollan complementariamente en diferentes alturas, reflejando las necesidades del programa interior. El hueco entre estas cubiertas permite en mayor o menor grado la entrada de luz natural. La banda norte, más ancha, alberga las salas principales de producción y almacenaje, aprovechando las cualidades de inercia del terreno. La banda sur, más estrecha, concentra los espacios complementarios de aquéllas, actuando a la vez como colchón térmico. Entre las tres naves, se sitúan dos núcleos servidores, cuya proyección crea las transiciones entre espacios y los huecos para las entradas de personas y mercancías. El edificio se organiza longitudinalmente, desarrollando el programa secuencialmente y de forma ordenada. Por su fachada norte, de menor impacto visual, se disponen los accesos principales. Esta fachada pétrea queda surcada por unos huecos que conectan física y programáticamente el campo y la bodega: cinco puertas de vendimia que conectan los líneos de los viñedos con los cinco depósitos; el vertido de la uva se realiza por gravedad, como antaño. Las otras dos aberturas dan conexión a los núcleos, que conectan con la sala de elaboración y con el despacho.
La intensidad de luz requerida en el proyecto depende del programa de trabajo en cada sala. Se intenta controlar lumínicamente cada espacio mediante huecos que reciben la luz directa o indirectamente del exterior, en este último caso, mediante algún tipo de filtro o un umbral. Se lleva a cabo el mismo tratamiento para entrar o salir del edificio, según el requerimiento de funcionalidad o domesticidad y privacidad necesarios. Los dos núcleos desempeñan esta función de umbral -tanto en la fachada norte como en la sur- ya sea en los accesos desde el exterior o para acceder a los diferentes espacios interiores, donde actúan a la vez como distribuidores.
El programa requiere un edificio continuo y compacto, un edificio con entidad y rotundo que denote su presencia, pero que a la vez desaparezca. La estrategia para su integración es la fusión con el entorno, dando continuidad a la tierra a partir de la tierra. El uso del hormigón “in situ” visto aporta las cualidades térmicas, estructurales y conceptuales requeridas: actúa como un material total. Su puesta en obra, proceso cuasi artesano -en sintonía con la elaboración del vino de la bodega en cuestión- confiere en su aspecto final la irregularidad que nos interesa.
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